Miño, un regalo de la naturaleza


La naturaleza gallega tiene preparados regalos interesantes en todos los entornos. Es una suerte poder ir descubriendo Galicia en todo su esplendor en un medio tan respetuoso y tan cercano como la bicicleta, ideal para desplazarse sin prisas y perfecta para poder ir empapándose de sensaciones placenteras. A una distancia que entre ida y vuelta no sobrepasa los 25 kilómetros y pedaleando sin grandes dificultades por una pequeña carretera muy agradable y con poco tráfico que discurre casi todo el tiempo paralela a la costa, acercarse a Miño es una disculpa estupenda para relajarse, disfrutar de una hermosa ruta y, si el tiempo lo permite, pegarse un baño en unas aguas cristalinas o caminar sin apuros escuchando el sonido de las olas a lo largo de su magnífica playa.



Aprovechar las primeras luces para dar una vuelta entre las redes del puerto, respirar profundo el aroma único de la niebla mañanera que se escapa e impregnar el espíritu con la belleza de los aires del mar siempre es una buena forma de empezar una jornada de placer cerca de la costa.

En el mismo puente de Pontedeume una señal nos indica la dirección que debemos de tomar para salir hacia Perbes. La arrancada es en una cuesta pronunciada a través de la Avenida del doctor Villanueva hacia Centroña. No tardan nada en desaparecer los rasgos urbanos para adentrarnos de lleno en la naturaleza. Pinos y robles engalanan pronto el paisaje. Otra opción para acercarse a Miño sería salir hacia Betanzos por la carretera nacional N-651 en dirección a Campolongo, pero esta ruta que va por Perbes tiene mucho más encanto porque va bordeando la ría por el sur. Al poco rato, transcurridos unos 2 km, frente al restaurante La Ría, encontramos un pequeño mirador en granito. Se divisa enfrente el pueblo pesquero de Redes y una placa recuerda al filósofo y periodista Carlos Gurméndez, que pasaba en Pontedeume grandes temporadas y en cuyo nombre se celebran los cursos de verano de Pensamiento Español Contemporáneo.


Continuamos por la carretera de la costa. Dejamos a la derecha el desvío hacia la poco concurrida y estupenda playa de Ber. 


La carretera se separa en esta zona de la línea costera. A 6 km de Pontedeume, en el municipio de Boebre podemos hacer una parada para visitar la iglesia de Santiago, de estilo barroco, construida en el siglo XVIII y rodeada de un recoleto y bien cuidado cementerio. En las inmediaciones hay un cruceiro que se mantiene en buen estado de conservación, adornado con una estatua de Santiago Apóstol.

Poco después, pedaleando por un terreno llano llegamos a la playa de Perbes, que ha alcanzado gran reconocimiento por su calidad y se ha popularizado entre los gallegos porque en ella tenía su residencia el presidente de la comunidad Manuel Fraga. 


Desde allí a la playa Grande de Miño hay aproximadamente otros 3 km de buena carretera. Al cruzar el puente sobre la desembocadura del río Baxoi entramos en la avenida que discurre paralela a la playa Grande, una playa muy concurrida en verano y abierta al norte frente a Sada, demandada por los surfistas debido a las grandes olas que genera cuando el mar bate con fuerza y placentera como pocas para dar un paseo por la orilla en invierno con buen tiempo. Alguien dijo que la naturaleza está hecha para caminar por ella. En el fondo, caminar es una forma de integrarse en un paisaje determinado, de relacionarse con él, de introducirse en ese marco, de comunicarse. Una hermosa ocasión para pararse un rato a hablar con la playa. Los pescadores, salpicados por la orilla, se entienden con ella y presumen de realizar en sus aguas buenas capturas, especialmente de lubinas. La playa Grande de Miño tiene bandera azul todos los años desde 1984 como reconocimiento a la calidad de sus aguas y a sus equipamientos. Cuenta con un cómodo paseo de madera que facilita el acceso a la arena a través de las dunas.

Una vez en el casco urbano de Miño, un municipio de gran atractivo turístico que fundamentalmente se ha desarrollado a lo largo de la carretera N-651 que lo atraviesa y en el que se echa en falta una plaza central, conviene acercarse hasta el puerto para palpar ese hervidero de actividad marítima en el que se convierte, especialmente durante la época veraniega.




Bajando por El Cobo (un precioso paseo de madera), por la empinada cuesta de Rúa Ribeira o directamente desde el puerto se puede acceder a la otra playa, la llamada playa Pequeña o Ribeiriña, que cada vez cuenta con más incondicionales. Sus aguas son mucho más tranquilas y nunca está tan concurrida como la playa Grande. La calidad de las aguas así como del arenal y los servicios que ofrece (duchas, baños y socorrista entre otros) también le han hecho acreedora de una bandera azul. 




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