Una incursión a las Fragas del Eume


Una escapada que no debe obviarse es esta del parque natural de las Fragas del Eume, un bosque virgen muy bien conservado, en el que vamos a disfrutar de la naturaleza con intensidad, discurriendo río arriba por la margen izquierda hasta el precioso monasterio de Caaveiro, que se erige vigilante desde el siglo XII sobre un montículo escarpado. 

Se sale de Pontedeume por la avenida de Ricardo Sánchez, que arranca en la gasolinera. Tras pasar el campo de fútbol llegamos a un cruce en el que una maraña de carteles hace bueno el dicho de que "el exceso de información desinforma". Tomamos a la izquierda la DP-6902 que nos introducirá directamente en este paraje natural siguiendo el curso del río.

La excursión supone alrededor de unos 30 km pero se hace muy bien y sin demasiados esfuerzos. Aunque hay algunos repechos, la mayor parte del recorrido es en terreno casi llano. 

El paseo es especialmente placentero, incluso en días de calor intenso. La sombra que proporciona la espesura del bosque y la proximidad del agua aportan a los sentidos una grata sensación de frescura.

No hay que perder el ánimo porque aparezcan los primeros sudores nada más empezar a pedalear. Si dejamos a un lado el acaloramiento que nos produce una pequeña subida inicial podemos disfrutar de unas preciosas vistas desde lo alto de la desembocadura del Eume.

Tiempo atrás, la riqueza piscícola del Eume hizo que la villa se convirtiese en proveedora oficial  de reos y salmones para la Casa Real. En el siglo XVIII era el único pescado de agua dulce que llegaba al palacio de La Granja de San Ildefonso, custodiado por jinetes del correo Real que en tres días llegaban al retiro madrileño.

En el primer tramo del recorrido podemos hacer un alto en dos pequeñas iglesias. Las dos están bien conservadas, son del siglo XVIII y de estilo barroco. La primera es la de San Cosme de Nogueirosa. Vale la pena acercarse un rato a ver el enclave y entretenerse leyendo las placas del cementerio anexo, algunas singulares. Al cabo de un par de kilómetros podemos detenernos un rato en la de Santa María de Ombre. Si el calor es riguroso poco después podemos refrescarnos en una pequeña fuente-lavadero a la derecha de la carretera.


Después de una bajada nos encontramos con el área recreativa de A Xunqueira y a continuación el Centro de Interpretación, en el que facilitan toda clase de información sobre el parque natural. De aquí arrancan los minibuses que llevan hasta Caaveiro porque desde la Alameda, una zona de recreo que está un kilómetro más adelante, está prohibido el paso de vehículos motorizados a las fragas.

En un par de kilómetros nos encontramos con un pequeño puente colgante que nos permite pasar andando al otro lado, por el que se puede seguir a pie a través de la senda dos Encomendeiros hasta el monasterio de Caaveiro. Nosotros continuamos en bicicleta por la margen izquierda. A partir de aquí la carretera se estrecha, va cambiando el aspecto del paisaje y la vegetación se hace más espesa. Es asombroso que en unos pocos kilómetros cambie tan radicalmente el entorno y el clima. Dejamos atrás el mar con una temperatura clásica de verano y nos sumergimos de lleno en un bosque denso y tupido. El paseo discurre paralelo al río siempre bajo la sombra refrescante y con unos cuantos grados menos.

Pedalear sin coches por las Fragas es una experiencia sensorial y una oportunidad, cada vez más escasa, para acercarse al medio natural. Visualmente es un lugar muy atractivo, un auténtico espectáculo de color donde los verdes fuertes del bosque de ribera predominan sobre los marrones y amarillos que aportan al paisaje robles y castaños. El camino nos envuelve de olores y sonidos. La bici avanza ligera y entretenida.

Se disfrutan sensaciones difíciles de describir en medio de este ecosistema privilegiado. El Eume, caudaloso, aporta la música de fondo que acompasa los cánticos variados de las aves. Una infinidad de atractivos olores se percibe entre la moderada y reconfortante sensación de humedad que va variando según avanzamos. Algunos pescadores se enfrentan ilusionados a la corriente de agua en busca de la pieza ansiada. Todo ello en su conjunto se convierte en una envolvente sensación de acercamiento a la naturaleza que aligera el ánimo y produce un efecto relajante. En las Fragas la naturaleza nos pone fácil lo de sentirnos a gusto.

Después de 12 kilómetros de disfrute nos encontramos con el puente de Santa Cristina. Cruzando al otro lado, 500 metros de cuesta empinada nos separan del curioso Monasterio de Caaveiro, Sobre una colina del valle en medio de las fragas del Eume se levanta majestuoso este solitario monumento, al aparecer inicialmente un lugar de retiro de San Rosendo y algunos monjes, sobre cuyo terreno durante el siglo XII se erigió el edificio que posteriormente se convertiría en este monasterio, hoy aceptablemente restaurado, en el que, además de la maravillosa ubicación en lo alto de un valle precioso y en medio de una frondosa vegetación, hay que destacar el llamativo ábside románico de la iglesia. 

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